sábado, 8 de noviembre de 2008

Y sin embargo...



Cada vez distancio más en el tiempo mis visitas a éste, mi espacio. Anoche, entre mojito y mojito (yo entre fanta y fanta, ya vamos para viejos y la salud no perdona), le prometí a un amigo que iba a abandonar estos lares cibernéticos pero cual poseido por el tabaco, se torna difícil desengancharse de un lugar que ha sido durante mucho tiempo mi perfecto reducto para fortalecerme contra la soledad y los avatares malignos que depara la vida. No es el momento de hacer derrotismos gratuitos porque la situación que atravieso, le pese a quién le pese, roza la idealidad. Hoy vengo por aquí porque toca rendir homenaje, una vez más, a esa persona que me lo ha dado todo en esta vida, mi madre. Muchas veces la he vilipendiado, odiado, me he distanciado de ella, le he negado mi palabra, y sin embargo ella me ha demostrado siempre con más creces ese sentimiento único que sólo una madre puede transmitir. La quiero, y sin embargo, ella me ejemplifica día a día que me desborda en cariño. Siendo sincero soy poco detalloso con ella, y a veces reservado, y sin embargo cuando me mira y me acaricia la cara con esas manos ya desgastadas por el paso del tiempo, pero aún ardientes y llenas del calor maternal, me paraliza. Hace cuatro días cumplió 51 años y su sonrisa y vitalidad siguen latentes a pesar de haber recorrido ya tanto en este duro camino que nos depara la vida. Pidió varios deseos cuando sopló las velas. Seguro que en alguno de ellos estaba yo, seguro. Llora con mis desgracias y se alegra con mis logros, y sin embargo nunca me pide que yo haga lo propio. Y sin embargo sigue sonriéndome cada mañana cuando me ve aparecer con Patán entre los brazos y un estrés laboral que apenas me da para dedicarle un par de palabras y dos besos más castos que sentidos. Y sin embargo me sigue despidiendo en el portal de su casa deseándome el mejor día en mi trabajo, mi vida. Hoy me toca romper ese devenir. Sin que tú lo sepas, en silencio, y sin darte cuenta pienso abrazarte con todas mis fuerzas y susurrarte al oido todas esas cosas que siento pero que por desgracia la mayoría de veces me callo. Te lo mereces todo y sin embargo te he dado tan poco... Hoy esta manida coletilla que no paro de repetir hasta la saciedad va a desaparecer de mi vocabulario porque no va a haber más condicionales, sólo complementos directos. Por eso, y por miles de cosas más, hoy ha llegado el momento del cambio. Y sin embargo no dejaré nunca de llorar, incluso como he hecho escribiendo estas líneas. Así soy yo.