lunes, 16 de abril de 2012

Insomnio

Tuve la suerte de conocerla. No la buscaba. Tenía, o eso creía, lo que necesitaba. Pero estaba ahí. Expectante, sonriente. Sabía que era algo más. Esas cosas se saben. El tiempo te ayuda a averiguarlo. Y también el haber estado más de una década agitando el corazón entre bambalinas y flores, algunas malolientes y otras demasiado empalagosas. Es fácil equivocarse cuando se carece de experiencia y la suficiente paciencia y pizca de cordura para tomar las decisiones correcta. Quizás al final la inercia te lleva al camino y dejas de tropezar y caer en el barro entre tanto árbol y hojarasca de mal agüero. Y es que no somos los humanos precisamente un claro ejemplo de éxito dentro de la toma de decisiones vitales y así les va a muchos, perdidos entre los vicios, los ligueros y las líneas blancas de polvo de esnifar. Alejados de la tranquilidad, el sosiego de una vida ordenada, cimentada en una serie de valores tan básicos como la responsabilidad o la sensatez.
E incido. Ahí estaba. Cristalina como el agua. Sin ganas de crear subterfugios innecesarios para dejarse querer. Con miedos, como todos, pero con ganas de desterrarlos. Ahora llegan otros. La sombra de la paternidad es cada vez más alargada. Pero ahí sigue. Impertérrita esbozando entre sus labios la felicidad. Bendita sonrisa, bendita inspiración para estas noches de insomnio en las que evadirse entre palabras es la mejor forma de caer rendido ante los sueños y el futuro.

Buenas noches