Pero todo eso se esfumó con el Sí quiero y un año después aún seguimos diciéndonoslo en la intimidad de nuestros corazones. La llama vibra con fuerza y ya ha dado sus frutos en un pequeño ser llamado Lola que cada día está más cerca de vernos físicamente. Mientras tanto, las sonrisas cómplices, los momentos cotidianos cargados de magia y empatía, siguen su curso imparables, impenetrables, férreos y constantes. Nos nos equivocamos por más que a algunos esta unión les sonase a cuento chino. El tiempo nos ha dado la razón y mi morena de miradas cristalinas y sonrisas infinitas es el fiel testigo de que el amor es una sentimiento puro y sincero que nos une y nos complementa a la perfección.
De ahí que este primer año haya pasado tan rápido, yo diría que de forma vertiginosa. Ha habido tiempo para todo, para reír, para llorar, para disfrutar, para luchar, pero sobre todo, para cimentar una relación, una unión que día que pasa se hace más y más fuerte y consistente. Por eso no es de extrañar que sigamos sonriendo y disfrutando de la vida sin parar un solo instante, obviando todo aquello superfluo y saboreando cada momento como si fuese la primera vez que lo vivimos. Así somos nosotros y así nos va.
Felicidades pivón.
TE QUIERO