Quince, la niña bonita, la de los rizos y las piernas como jamones. Quince meses cargados de alegrías y descubrimientos diarios, también de intensos y viscerales "oooohhh" cada segundo por pequeños detalles imperceptibles para un adulto, de sonrisas y "aaayyysss" llenos de amor. Solo ella es capaz de voltearme sin moverme, de hacerme llorar de felicidad cuando me señala con su dedo acusador a la pregunta de ¿dónde está papá?. Quince meses ya y parece que fue ayer. Quince benditos cumplemeses llenos de aventuras, de noches de insomnio, de peleas por un biberón medio lleno (o medio vacío?), de revolcones por el suelo y carreras con su carro por la calle Gerona para llegar a tiempo a la guardería. Me hago viejo a su lado pero su mirada cristalina, a imagen y semejanza de su madre, me rejuvenece. Sus grandes ojos y largas pestañas son el escenario perfecto para visionar el mundo. Ella se lo comerá, Lola es así. Un deseo dividido en dos que nació fruto de un sentimiento tan puro y salvaje como es el amor. Por eso es un pequeño ángel, un rayo transgresor que ejemplifica todo lo que soy en un cuerpo que apenas levanta un metro del suelo pero que es capaz de mover montañas.
Quince, mi niña bonita, mi lucero, mi gorda, mi ecuación perfecta, mi todo. Felicidades pequeña gran mujer.
TE QUIERO