
Son 29. No las horas que me habría gustado dormir ayer tras el resacón de la fiesta de Nochebuena en el Mandala. Son los años que cumple hoy el menda y que me han traido a la mente sensaciones demasiado melancólicas para una efeméride tan señalada e importante en mi particular agenda. Podrían definirse, haciendo uso al simil cinematográfico, de 'Camino a la perdición', ya que no me llevan a buen puerto. Yo espero que se tornen en vías a la bendición. Al menos, y a escasos 20 minutos de iniciarse estas maratonianas 24 horas cumpleañeras ya he recibido más de una felicitación facebookiana, por sms o llamada telefónica. Al final me equivocaré, como casi siempre. Ahora, tras engullir un paquete de palomitas -primer antojo de los 29-, toca dormir. En pocas horas vienen momentos esperados, el que más, como siempre, el fuerte abrazo de mi madre, con la que tanto me he reido hoy subido en un ascensor de la primera a la undécima planta del edificio y viceversa haciéndonos fotos con Patán. Así somos. Gracias, mamá. Tú siempre serás mi mejor regalo.