Pues dieciséis años más tarde ese sueño de adolescente se ha cumplido en su esencia, con matices. Ni soy un afamado redactor del primer diario nacional ni Duncan Dhu estaba al completo. Da igual, yo aún rememoro en mi memoria el momento: Sala Caramelo de Almería. Sábado 26 de febrero. 23:03 horas de la noche. Se abre la puerta de la Sala Vip y me encuentro a Mikel Erentxun. Un sillón negro y una copa de vinos nos dan la bienvenida. Todo empieza con un "dispara". Son 8 minutos y 53 segundos de entrevista, ni uno más ni uno menos. Una sonrisa me delata. "Los sueños algunas veces se cumplen", afirma a escasos metros el mánager del donostiarra. No le falta razón. En ese momento olvidé por completo los horarios intempestivos del noble arte de informar, las escuálidas nóminas y los quebraderos de cabeza para cuadrar una vida normal. Mi profesión me había permitido aquello que tanto anhelaba desde que empecé a afeitarme para impulsar la aparición de la barba y poder entrar en las discotecas.
Poco más se puede añadir. Atrás quedan los retorcijones en el estómago momentos previos al encuentro y las miradas cómplices. Gracias M.