sábado, 4 de octubre de 2008

Pimienta y sal


Son días de tranquilidad. Se avecinan cambios laborales indirectos y nunca viene nada mal desconectar para afrontarlos con mayor entereza. Un momento en el que un pequeñajo de poco más de dos meses me está haciendo descubrir una faceta inédita en mí (aunque creo que innata): la de educador. Patán, ese chucho larguirucho y con cara de Patán (veáse wikipedi y los autos locos para entender el simil), da más guerra de lo que esperaba. Comer, dormir, jugar, defecar y orinar. Tremendas responsabilidades las que tiene. Y en todas necesita de mi férrea presencia para moldearle. Es como esa pizca de sal extra que siempre le echas a tu plato preferido para exacerbar sus contrastes en los sabores. Por contra, él me devuelve todo ese empeño en un cariño que va in crescendo. Ya soy su mentor, su jedi. Él, mi joven padawan, la cantidad idónea de pimienta para una vida que se ha tornado cambiante y en la que ya nado a lo Michael Phelps. Así somo nosotros. ¡¡Guau!!  (con tonillo perruno)

3 comentarios:

  1. Que bonito es nuestro chiquitin!!!
    Tu cuidas a Patán y yo os cuido a los dos, jajaja

    ResponderEliminar
  2. Conchi.. lo siento... trabajo doble. Dos patanes pa ti sola son muchos patanes. Además no sé cual de los dos es peor. O el cervecero o el pequeño aprendiz de birrero.

    ResponderEliminar
  3. Pues si, menos mal que se portan bien de momento.

    ResponderEliminar