martes, 7 de julio de 2009

De Asturias y abanicos en paro

Llevaba tiempo sin pasar por aquí. Parte de la culpa de esta longeva ausencia la tiene Facebook. La otra es que cada vez tengo menos ganas de contar cosas y más ganas de vivirlas intensamente. Y en ello me encuentro. A 1160 kilómetros de mi casa. Concretamente en Asturias. Un viaje, un reencuentro familiar, una historia que se ha quedado grabada en mi mente y que está despertando mi lado más ingenioso y pícaro. Estamos en Tapia de Casariego, un pueblo costero de poco más de 2000 habitantes. Simplemente precioso. Valles verdes y muchas flores. Mi madre está encantada, Maluma junto a sus dos hermanos: Saleh y Salek, éste último, un desconocido para ella ya que se marchó del Sahara cuando ella tenía dos años y llevaban sin verse siete. La experiencia está siendo muy satisfactoria. Gastronomía, historia, cultura, estampas se están entremezclando para ofrecerme una vivencia única. De esas que van a quedar aferradas de forma imperecedera en mi mente.
Por otra parte, este viaje de siete días está siendo un perfecto bálsamo curativo. Aires nuevos y frescos para afrontar este devenir. Mientras tanto me sigo tapando, que aquí arriba hace mucho frío. Tiempo de kit-kat para el abanico.

Y mientras, Patán a lo suyo. Superando el miedo a las alturas en el puerto pesquero de Tapia. Él es así. Como su amo. Diferente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario