domingo, 25 de abril de 2010

Viejos fantasmas


Es curioso pero cuando mejor crees que estás, cuando ves que la vida te sonríe, cuando todo te sale a pedir de boca, siempre suelen hacer aparición los viejos fantasmas del pasado. Es una constante en mi corta vida. No se si es algo normal o quizás los azares del destino, pero pasa, y claro, eso jode. El caso es que realizando una retrospectiva mental no encuentro las razones de esa "visita". Supongo que el desatino en mis elecciones son lo suficientemente importantes para que estos aulladores encadenados vengan a molestar más de la cuenta. Hoy me he cabreado. Pero esta vez sólo me ha durado cinco minutos. No merece la pena. Quizás esa sea la solución al problema, que me preocupo demasiado. Pues se acabó. Toca convertirse en un cazafantasmas, y esta vez, no me va a temblar el pulso...

lunes, 12 de abril de 2010

Domingo

Domingo curioso. De sensaciones nuevas. De lazos de amistad que se hacen más fuertes. De despedidas mentales. Domingo de trabajo. De provincia, Vícar, Alhama y Cóbdar y de Marwan, Lewin y Ricardo Alba -grande-. Domingo de fútbol y resaca. De goleadas varias y disgustos inesperados. De reencuentros y contactos retomados desde el baúl de los recuerdos. Domingo de humor. De muchos chistes y sonrisas no forzadas. De miradas cómplices y abrazos sinceros. Domingo de ideas nuevas y bombas informativas. De actos de superación y, claro que sí, también de unión. De cuentas atrás y nervios e ilusión. Domingo de continuidad. Sin descanso, sin sueño, sin dueño. En definitiva, domingo...

lunes, 5 de abril de 2010

Apago la luz

Dice una canción de Duncan Dhu, titulada Hasta que la luz nos despierte -Diego Vasallo, sublime- algo así como:

Estoy cansado de no llegar,
a la parada de la luna en tus ojos;
quédate conmigo esta noche,
hasta que la luz nos despierte


Hace 24 horas, yo recorrí el camino inverso de la estrofa. Apagué la luz. Estaba demasiado despierto. Demasiado preocupado. Su voz terminó aplacando mi ira. Sus susurros volvieron a hacerme sonreir. Eso vale toda una vida. Sin duda. En ese momento yo si que cogí el autobús -rezagado- en la luna de su mirada. Todo volvió a la calma. Espaldarazos como ese son los únicos capaces de insuflar la entereza al desanimado.
Ahora vuelvo a apagar la luz. Ella no está en mi lecho aunque lo deseo. Algún día esa luz nos despertará filtrada por cristales blancos y naranjas. Ya queda menos...