martes, 15 de marzo de 2011

Wally

Existen pero su circunstancial existencia les hace muchas veces desaparecer sin encontrarse. En raras ocasiones confluyen y ocupan un mismo espacio a una misma hora y se produce un big bang. Es la aguja del pajar, el Wally de New York, el diamente perfecto en la veta kilométrica. Cualquier simil se queda corto para describirlo. Por suerte yo ya puedo hacerlo. He encontrado a mi alma gemela. El suelo ya se ha resquebrajado, las paredes cimentadas han caido por su propio peso. Ya nada es lo mismo. Es el momento. Ya sé donde está Wally, la aguja y ese impoluto diamante del que tantas veces he hecho alusión. Se ha cerrado el círculo. Ahora toca perfilarlo, acariciarlo, moldearlo, darle color e incluso hornearlo, para que el frío nunca origine las temidas grietas. Ya no hay nada más que hacer porque realmente todo ya está dicho.

Va por tí, M.


Nadie romperá la burbuja, prometido.

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