viernes, 22 de agosto de 2014

Mi debilidad

Mi debilidad tiene nombre. Se llama Marvi. Nunca antes una mujer causó tantos cataclismos en mi corazón como ella. Por eso jamás lo dudé. Era ella. Mi morena. Mi pivón (*) de Aguadulce. Era imposible no caer rendido ante sus encantos. Y así, a lo tonto, hoy celebro su cuarto cumpleaños juntos. Casi nada. Parece que fue ayer cuando nervioso (pero ya felizmente casado) me devanaba los sesos pensando un regalo, el primer presente de cumpleaños. Ahora, tres ediciones después, sigo en la misma tesitura. La ventaja reside en que la pequeña Lola ya acapara toda nuestra atención y se ha convertido en el mejor regalo que se pueda imaginar. Lo material ha pasado a un segundo plano. Como tiene que ser.

Por eso, y por otras muchas razones, este 22 de agosto será especial. Mi morena se lo merece. Nunca pidió nada. Siempre se conformó con una sonrisa, un beso y una caricia que delatan el estrecho vínculo que nos une. Sin duda, no hay mejor forma de expresar la felicidad que otorga cumplir años y estar rodeado de personas que te quieren y te aman hasta la extenuación. Pero es que a ella es imposible no quererla, no mimarla, no amarla, no acariciarla. Una persona tan especial, un diamante henchido de bondad, cariño, pureza y positivismo, se merece todo y más. Por eso Marvi es mi debilidad (y lo será siempre).

FELICIDADES MAMÁ

(*) El uso de pivón en vez de pibón es puramente estético y personal.

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