lunes, 21 de junio de 2010

Reflexiones desde un mamotreto

La vida pasa demasiado despacio si se vislumbra -y a veces, ni eso- acostado en los incomodísimos butacones reservados para los acompañantes de los enfermos de un hospital. Es, literalmente, un insulto a la palabra descanso que tanto -y tan bien- ha promocionado la marca de colchones Flex. Me gustaría a mi ver al delegado de Salud de turno de la Junta intentando conciliar el sueño en uno de estos mamotretos mientras descubre, no sin asombro,desdén y rabia contenida, que la inversión en mobiliario sanitario lleva crionizada por la administración autonómica un par de lustros, allá por el baño de Fraga en la playa de Palomares tras la cagada radioactiva (y Dios sabe que más) de los yankies.
Prometo que he intentado adoptar cuantas posturas me ha permitido el sillón de marras (mínimo una décima parte del Kamasutra para novatos), pero aguantar más de una hora sobre su aterciopelada textura -nótese la ironía- es un placer sólo comparable al de hacerlo sobre un manto de afilados pinchos como haría Dhalsim, el inolvidable fakir de Street Fighter.
El único remedio a tan frustrante incomodidad pasa por añadir de nuestro bolsillo un par de cojines de Un todo a 100 del chino del barrio y la resistencia a tan cruenta batalla se tornará propensa.
Lo único que me consuela -que no es poco- es que ya queda menos para salir de este oscuro tunel. Ya le queda menos a la mujer más fuerte del mundo. Podemos (como España con Honduras).

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