Prometo que he intentado adoptar cuantas posturas me ha permitido el sillón de marras (mínimo una décima parte del Kamasutra para novatos), pero aguantar más de una hora sobre su aterciopelada textura -nótese la ironía- es un placer sólo comparable al de hacerlo sobre un manto de afilados pinchos como haría Dhalsim, el inolvidable fakir de Street Fighter.
El único remedio a tan frustrante incomodidad pasa por añadir de nuestro bolsillo un par de cojines de Un todo a 100 del chino del barrio y la resistencia a tan cruenta batalla se tornará propensa.
Lo único que me consuela -que no es poco- es que ya queda menos para salir de este oscuro tunel. Ya le queda menos a la mujer más fuerte del mundo. Podemos (como España con Honduras).
No hay comentarios:
Publicar un comentario