lunes, 10 de enero de 2011

Gracias

(Botas nuevas, vida nueva)

Ha sido el fichaje más sonado en el mercado de invierno. La fama de goleador le precede a pesar de que en el último partido, jugado demasiado temprano, terminara con un resultado de 2-0. Derrota como visitante y a trabajar. Pero da igual, la sonrisa no se disipa. Las miradas son cómplices mientras el mar bravuconea y el viento despeina la larga y fina cabellera de ella. El flequillo es otro cantar, tiene su propósito, aunque apenas se note aquello que con tanto empeño intenta disimular y que le confiere ese aire tan juvenil y cargado de serenidad.
Mientras tanto, la arena del mar coquetea con sus minimalistas pies y el goleador, parapetado con grandes gafas de sol, besa su cuello apasionadamente. El fulgor de ese perfume (Clinique Happy), que ya es su olor personal e intransferible, rivaliza con el del salitre, pero como hace casi siempre, ella vuelve a ganar de goleada. Ella es "siempre más". Da más, ríe más, besa más, acaricia más, te derrite más, te hace temblar más...
El tiempo pasa demasiado deprisa. Son ya unos amantes octogenarios. No paran de mirarse mientras el reloj no cesa de trabajar, sin descanso, a marchas forzadas, de forma similar a como lo hacen sus corazones, latiendo fuerte, constantes, dinámicos, entrelazados. Están llenos de vida y la felicidad ha explotado delante de sus narices para sorpresa de ambos. Ellos lo saben, lo aceptan, lo asumen y por eso no paran de mirarse, de besarse, de abrazarse, de hablar del eco y sus 39 metros (¿o eran cuarenta, Seño?), de los vagabundos con cuchillo en mano, de los coches que no se prestan, de las mantas "gustosas" para aplacar el frío del duro invierno, del Fandy y su (¿noble?) arte toreando, del "tonto del haba" y sus problemas para bajar la cuesta del garaje o de los movimientos a ritmo de samba de la cama (un claro indicio de que el goleador está en racha y ha vuelto a marcar). Las conversaciones fluyen como la química porque ella tiene mucha, porque lucha y disfruta todos los días entre infantes, con esa sonrisa como bandera y luciendo estridentes colores, por eso y por otras tantas cosas es especial, y ahora, para su sorpresa también se siente especial. Ella es así.
La vida les ha regalado otra oportunidad, la de cumplir aquel mito de los siete anillos, de escapar del pasado, de dar esquinazo al miedo, de quitarse de una vez por todas ese escudo y sentir a pecho descubierto los pequeños y fugaces chispazos que les mantienen en marcha, de saber y sentir que la vida puede ser maravillosa mientras tararean su canción, la que el destino les regaló y que dice algo tal que así:
"Yo me siento al fin feliz
la tristeza no es para mí
y que me importa lo que viví
si me regalan el futuro
no lo quiero sin tí
ay no me digas no
si escondes algo dámelo
porque llego la hora de estar conmigo
pues el destino así lo escribió
si es amor abrázame con ganas,
si no lo es, tal vez será mañana
estando juntos mi mundo se llena de luz
lo mejor de mi vida eres tú"
Y mientras suena Ricky Martin en su nuevo teléfono móvil, ese que llevaba tanto tiempo escondido en el armario y que tiene más pinta de ser un ordenador de bolsillo, ella abraza al goleador y baila al ritmo que marca la canción. No hay nada más. Es un momento mágico porque la magia, valga la redundancia, ha hecho acto de aparición y ella, que es muy bruja, aprovecha el momento para engatusarle con sus ojos, esos que no mienten, que todo lo dicen, que brillan tanto o más que el color de piel de M´bami (el que siempre estuvo en el Colonial). Entonces su imaginación la devuelve a Lanjarón, y allí, se ensaña con los tímpanos del goleador que jadea exhausto, tras cinco partidos intensos en los que sólo se ha quedado en uno sin mojar. Él es así.
De pronto y de forma inesperada (o no tanto) se abre la cochera, el sonido estridente de la apertura de la puerta mecánica despierta al goleador de su sueño. Él no llega al nivel de Crusat, uno de sus ídolos futbolísticos de la Unión Deportiva Almería, pero está junto a la mujer que le jalea en cada partido, que le aplaude efusivamente y que confía plenamente en él (algo es algo). Ella sigue durmiendo plácidamente, no se inmuta por nada pero la vida sigue y toca ir a trabajar. Pero el regalo ya está hecho. Ellos lo saben. Ellos lo viven. Ellos lo sienten. Sólo falta el lazo rojo. Todo se andará.

Gracias.

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