miércoles, 13 de noviembre de 2013

Un duelo ganado al tiempo y a los escépticos


Momento del concierto en el Teatro Circo Price este pasado domingo.
Hablar de Duncan Dhu es citar a un grupo estigmatizado irremediablemente con elaboradas melodias, letras cargadas de simbolismos y una química muy especial con su público. Tres pilares sobre los que se basa una dilatada trayectoria musical y que el pasado domingo 10 de noviembre volvieron a cimentar en el Teatro Circo Price de Madrid. Tras más de doce años de silencio, la banda formada por Mikel Erentxun y Diego Vasallo vuelve a los escenarios con más arrugas, canas, experiencia, ilusión, y sobre todo, música para presentar su nuevo disco, un miniLP de seis temas titulado El Duelo.
El concierto, con una duración que superó holgadamente las dos horas, sirvió para que los miles de asistentes comprobasen que la esencia de los Duncan seguía intacta con un sonido más crudo, directo, sin adornos, como el de sus primeros discos, cuando la fama era una utopía y bregar en las pequeñas salas para darse a conocer era su particular duelo.
Y precisamente, con las seis canciones que dan forma a su última producción, arrancó su show, el que durante décadas mostraron por medio Mundo y en el que Erentxun se desarbola moviendo su cuerpo y Vasallo, siempre más comedido, se aferra a su guitarra en un segundo plano. Costumbres que no varían pese a que los años pasen. Pequeños formalismos de un grupo forjado sin luchas de egos.

Cuando llegue el fin acababa con los años de espera. El single de presentación de El Duelo rompía el silencio en el Teatro Circo Price. Un tema directo, con un estribillo facilón para polvorientos corazones, y que empezaba a despertar de su letargo a los miles de fans allí presentes que llevaban ya horas haciendo cola para reencontrarse con sus ídolos musicales. Después llegarían, casi sin pausa, Nada, No dejaría de quererte, Siempre o Como dioses pequeños. Una concatenación de temas de sus dos últimos discos de estudio cuyo orden obedece más bien a refrescar la memoria a los seguidores más jóvenes, esos que aún no habían rozado la eternidad ni habían visitado aquella famosa calle de París. Después lo harían, tiempo al tiempo.

Tras ese primer calentamiento, con el que el público comenzó a conectar con los Duncan, llegaba el turno a temas puramente Dhu, contundentes, mimados, sin fisuras y despojados de florituras:  Rosas en agua, A tientas, Rozando la eternidad, A tu lado, Lobos o Los días buenos, temas éstos dos últimos que permitieron a Vasallo ocupar nuevamente la primera línea de batalla y hacer retumbar el escenario con su bronca y resquebrajada voz, alejada de cualquier registro reconocible, acompañada por esos sonidos tan roccabilly que solo instrumentos como el banjo o la mandolina consiguen y que son la seña de identidad de El Duelo. 

Vasallo volvía a pasar el testigo y los focos, a Erentxun, que ya comenzaba a sentirse a gusto en el escenario y tras desgranar La Herida y El Duelo (un tema cargado de simbolismo y que muchos identifican con la trayectoria real del grupo por su letra) llegaba el turno de uno de los temas bandera de Duncan Dhu y que provocaba, al fin, que los miles de allí congregados se levantaran de sus asientos y conectaran con el donostiarra solo como él sabe: Una calle de París. Un tema que pese al paso del tiempo sigue transmitiendo, evocando, obligándote a seguirlo sin pausa, al ritmo de las palmas y los movimiento acompasados de la cabeza.

La mecha ya se había encendido y el público quería más. Para ellos llegó La casa azul, No puedo evitar (pensar en tí) y No debes marchar, otros tres temas que definen la esencia de Duncan Dhu y que para esta especial ocasión se presentaron con un lavado de cara, una actualización de sus registros con sonidos contundentes en los que se entremezclaban los guitarreos y la gran potencia vocal de Erentxun, un privilegiado con una garganta camaleónica para el que el tiempo es su aliado.

En este punto del show, los Duncan ya se habían metido en el bolsillo a los allí presentes. El frío letargo durante los primeros compases del concierto había ido dando paso a una macerada química que no se rompería pese al primer parón. Antes de ese momento Mikel y Diego soltaron la caballería pesada: La última canción (tema que cierra El Duelo), Rosa Gris (y la sempiterna armónica de Vasallo), Entre salitre y sudor, Palabras sin nombre y, como era de esperar, En algún lugar, el mayor hits de Duncan Dhu junto a Cien gaviotas, interpretado por millonésima vez por Erentxun (en sus conciertos en solitario hasta hace no mucho era un imprescindible) pero esta vez acompañado por Diego y las miles de almas que tomaron el protagonismo y el micro. La situación lo requería y los Duncan siempre han sido generosos en ese sentido.

El sexteto agradeció la implicación del público tras el concierto.
Tras un breve descanso llegaría el primer bis. Era el turno de nuevo de Vasallo con Llora guitarra y su contundente estribillo que llevó a Diego a romper su hierática postura y dejarse llevar por la verde primavera y cantar a la tierra al despertar, a la gaviota pendenciera. Tema que cedía el testigo a La barra de este hotel y a Cien gaviotas, el otro gran hits duncandhuniano. No había que decir nada. Simplemente dejarse llevar como el vuelo de las gaviotas en una noche cargada de sentimientos y pulsiones a flor de piel. 

Turno ahora para otro breve descanso en el que el público no paró de ovacionar a Duncan Dhu y después el último bis. Llegaba el momento de Esos ojos negros, Jardín de Rosas y Mundo de cristal. Un trío escogido, empaquetado, férreo, perfecto para cerrar un espectáculo audiovisual redondo. Agur Madrid repitió en varias ocasiones Mikel. Había que corregirle. Hasta mañana más bien, pero jamás hasta nunca. Duncan Dhu está de vuelta. No es una visita improvisada y fugaz. Eso es al menos lo que se desprende de su concierto. Hay mimbres para seguir trabajando, para preparar nuevas melodías con las que encandilar a los miles de fieles que tienen aquí y en América. Un duro golpe a los escépticos que criticaban su vuelta y ardían en deseos de verles arrastrarse por el escenario. Se equivocaron. La tercera juventud de los donostiarras no puede, ni debe ser un intenso orgasmo de una noche de desenfreno. Se requiere sexo con amor, producto de sus melodías capaces de desnudar y conectar a miles y miles de parejas. Las modas no van con ellos. Su música está por encima, nunca marchita. No hay fecha de caducidad para los himnos. Y Duncan Dhu tiene un particular duelo contra el tiempo que siempre ha ganado. Es turno de volver a hacerlo. En El Ejido lo confirmaremos. 

Zorionak

2 comentarios:

  1. Una gran crónica-crítca Norberto.
    Enhorabuena!!!

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  2. Duncan Dhu mira en perspectiva desde los balcones de un tiempo que se ha ido, sorteando caminos en cruz y paraísos sin luz, desde esa bruma nebulosa que da la distancia y el sosiego de lo que uno ha sido, surfeando en las arrugas del presente con una propuesta creativa compacta, más reposada y atemperada que en sus inicios, mas sin la pesada carga de la nostalgia en los bolsillos. Un cometa Halley de degustación.

    miviejorincon

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