Dice una canción, "que cuando un amigo se va, algo se muere en el alma". Puedo ratificar, y testificar si hace falta, que hoy he sentido una pérdida en mi ser. Podría resultar banal, interesado, o incluso pelotillero. Pero no es así. No me gusta escribir por escribir. Hoy (por ayer, ya que han pasado ya las 23:59 del miércoles 11 de abril y siempre me gusta hablar en presente) había prometido a unos amigos y compañeros de viaje en este devenir mundano que es la vida que hablaría de uno de ellos. Una persona que con sus consejos, aunque duros, terminan siendo reconfortantes. Pero tiene que esperar. Tiene que entenderme. Hoy se ha marchado una amiga. Una profesional de la comunicación. Con ella aprendí a ser constante y paciente en el arduo trabajo de dirigir, como un director de música, las distintas corresponsalías de la provincia de Almería. Nuestra relación comenzó con un comentario desafortunado de mi espontánea sinceridad. Así soy, que le vamos a hacer. Pero creo que eso nos unió más. Siento que se ha ido una gran profesional, y sobre todo, una gran persona. Le deseo lo mejor en su nueva andadura profesional, triunfará, estoy seguro. Atrás deja a mucha gente, entre ella yo, con la que ha compartido muy buenos y muy malos momentos en esa redacción multimedia que todos odiamos pero, que a la vez, añoramos. Es, sin duda alguna, una amarga despedida por todo lo que supone su marcha. Al menos deja un gran poso, como el café, en el que el aroma siempre permanece, como su tierna mirada y su sonrisa cristalina...

Va por tí Almudena. Un beso y suerte en tu nueva andadura...