sábado, 8 de diciembre de 2007

Arena en los bolsillos

No es el título del gran disco de Manolo García. Es algo más literal. Es lo que traía mi madre en sus pantalones. Fina arena del desierto. De las grandes dunas de Mauritania. Pero no sólo se ha traído ese polvo de color rojo y amarillento entremezclado. Ha vuelto con una gran sonrisa. Está feliz. Yo más. Tanto por verla como por su estado de ánimo. Ha disfrutado y su cara, ya un tanto maltratada por el tiempo vital, lo reflejan a la perfección. Viene de la miseria. De la escasez. De casi la nada. Destila un halo de serenidad y misticismo que pocas veces antes le había apreciado en su manera de actuar. Mueve muchos las manos. Aspavientos rápidos y marcados que denotan que ha vivido durante una semana en tierras rudas, en las que como ella dice "eruptar cuando más fuerte y alto, mejor". Así es la vida en el Sáhara. Ecos de supervivencia que se repiten a diario y que le han permitido apreciar en primer plano y primera fila la felicidad en su estado más puro con un simple globo de cumpleaños. Allí estaba Maluma, mi centaura del desierto. No se parece casi en nada a la que yo conocí este verano. Escuálida, con la vista perdida, eso sí, reconocible por su gran sonrisa. Ha sido una intérprete de lujo para "mi" Loli. Había casi olvidado por completo nuestro idioma. Espero que no en la misma proporción con nosotros (aunque no me extraña). Una cámara cargada de fotos (y no había más porque no quedaban más pilas) ha sido el testigo directo de lo acontecido. Me lo imaginaba así, pero no con esas sonrisas. Ahora me doy cuenta de lo mucho que tengo y que tan poco aprecio (como ya sucediera en otra parcela con mis padres). Al menos, ya está entre nosotros. Ha vuelto con el pelo enmarañado y la vista cansada. Sonriente. Pletórica. Yo diría que hasta exultante. Ha sido un baño de humildad que todos deberíamos darnos alguna vez en nuestra vida. Ahora se lo dará en la ducha, para que esa fina arena que el Sirocco bravuquea con fuerza se diluya tímidamente por el desagüe y quede en su recuerdo. Hasta el año que viene..., claro.

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La familia de Maluma, casi al completo y con algún "invitado" extra, disfrutaron como nunca con la visita de mi madre. La adoptaron como la matriarca (para eso era la reina del leuro...)Cosas de la vida.

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En la casa de Maluma. El té nunca faltó para las largas tardes en el desierto.

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