domingo, 23 de diciembre de 2007

Melancolía llevadera

Ha llegado la Navidad. Y con ella, las miles de compras compulsivas, los atascos, el estrés, el frío, la melancolía. Sí. Esta época del año produce en gran parte de las personas un cierto aire apesadumbrado. Yo, para no variar, no he sido menos. Lo llevo bien pero es sintomático, y mucho, que a tres días de mi 27 cumpleaños esté tan pasota. Es la primera vez que no deseo con ansias que llegue ese día en el que,supuestamente, todo el mundo se va a acordar de mi y me va a regalar un sms donde me felicite por ser un poco más viejo. Este año, aún no se porqué, me da un poco igual. Quizás en el balance de 2007 que lleve a cabo en próximos días, se vislumbre algún dato que alguna que otra amiga mía psicóloga, ejem, pueda discernir y explicarme la razón por la que estoy así. De hecho, es la primera vez que voy a trabajar el día de mi cumpleaños. Desde que soy un pudiente y currante hipotecado siempre había conseguido librar el 26 de diciembre, el día del Pendón en Almería (así soy yo), para celebrar con mi familia y amigos ese momento tan especial. Ese día será como otro cualquiera. Sólo en mi sección. Con 102 municipios en los que reclamar noticias y un periódico por hacer. Es lo que me preocupa ahora. Sin más. Quizás me esté haciendo viejo y empiece a preocuparme más como está el Euribor que lo que me van a regalar. Quizás. Pero no puedo remediarlo. Lo único que si me gustaría erradicar de mi cabeza es esa melancolía, que llevadera, soporto a ratos (porque hay otros momentos en los que me gustaría aplastarla de un trancazo). Es Navidad y como diría un periodista que para mi fue referente y un modelo a seguir: Así son las cosas y así se las hemos contado.

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Los extremos nunca son buenos. Eso dicen. De la melancolía, de la que hablo extensamente en el párrafo de arriba, pasé al desfase en la noche de la cena de empresa (Almería Actualidad). Poco hay más que añadir. Yo soy así.

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