lunes, 3 de diciembre de 2007

Lazos indestructibles (e invisibles)

Llevo todo el día pensando en ellos. Bueno, siendo sincero, todos los días de mi vida me acuerdo de ellos, pero ahora que están tan lejos de mí físicamente esa añoranza se intensifica hasta cotas insospechadas (e inimaginables en mi mente). Hablo de mis padres. Loli y Norberto; Norberto y Loli. Da lo mismo el orden, porque el producto es inalterable. Mis progenitores no están ahora mismo conmigo. Uno conduce en estos momentos por carreteras alemanas un gran trailer y otra disfruta (eso espero) de una estancia en el Sáhara con la compañía de mi centaura del desierto (Maluma). Los echo de menos, MUCHO. Me he dado cuenta en mis propias carnes de ese dicho que dice que siempre te das cuenta de lo que quieres hasta que lo pierdes. En este caso, sólo es fugazmente en el tiempo. Menos mal. Pero ahora, en la distancia de miles de kilómetros que me separa de ambos, me doy cuenta de los padrazos que tengo en todos los sentidos. Son grandes, muy grandes. Y por ellos soy en estos momentos lo que soy: un periodista en potencia y con gran proyección profesional (eso dicen). Su esfuerzo, como otros tantos, propició que pudiera estudiar mi vocación en la Universidad. Su esfuerzo, nuevamente, me permitió comprarme mi propia casa y contar entre mis pertenencias el coche que ilustra este blog, por ejemplo. Se lo debo todo y pocas veces, quizás por orgullo, he clamado por mi boca un GRACIAS. Me han mal acostumbrado en ese sentido. La próxima vez que los vea (será este fin de semana si dios quiere) lo haré. Nunca es tarde si la dicha es buena. Lo merecen, se lo debo. ¿Que más voy a decir? Qué son mi lazo con la vida, una cinta invisible e indestructible que me aferra a ellos y que nunca nadie podrá siquiera rozar. Ya queda menos para verlos. Ansío ese momento más que nada en este mundo. Esperemos...


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Maluma, la pequeña saharui, los inmortalizó con una cámara digital este verano. Se les nota felices. Son lo mejor de mi devenir vital. Sin duda.

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