Apuntalando sensaciones

Compartir un momento tan especial como es San Juan, y más si se tiene en cuenta la situación personal que vivo, confiere a los participantes de esa amalgama erotico-festiva un status que alcanza ya lo que se podría definir como amistad. Aquella noche tan dada para muchos para beber sin parar y fornicar (vivan las felaciones en la orilla de la playa) me permitió profundizar aún más en las raíces que poco a poco me van uniendo a aquellos que aguantan estoicamente mi loca, perdida y agitada carrera vital. Son Víctor y Javi Montoya (Monty para los amigos). Pasamos una noche, que de manera cursi se podría definir maravillosa. No faltó de nada para un cóctel explosivo que terminó a las 12 del día siguiente cuando, ya con la luz del sol clavándose en mi espalda, cerraba la puerta de mi coche en la calle Hermanos Machado y ponía rumbo al hogar maternal para, ya si, cerrar los ojos y descansar.
Ahora, tres días después, rememoro cada uno de los instantes que viví en la penumbra y a la intemperie rodeado de cientos de personas y de hogueras. Una experiencia, sin duda, única e irrepetible.
Y ahora me pregunto a mí mismo, ¿repetiré?. La respuesta es sencilla, SEGURO. Y es que,experiencias como esta te permiten descubrir la inexorable necesidad de ir apuntalando todas y cada una de las sensaciones que vas sintiendo porque serán las que luego, ya en el hastío de la soledad y de la vejez, te arranquen una sonrisa. Yo ya tengo preparados los refuerzos, la pala y el cemento para iniciar este cometido. A trabajar...



Los Escullos. Cinco y media de la mañana. Puesta de sol. Vientos leves, mucho alcohol en las venas y fuerzas revitalizadas. Gracias compañeros...