domingo, 27 de abril de 2008

Tiempo de descuento

Siempre he sido de los que han opinado de manera tajante que segundas partes nunca fueron buenas, ni en películas, ni en la vida misma. Descubro ahora con asombro, y un tanto perplejo, que esa afirmación tan manida y con tanta consistencia, tiene ahora en mi devenir, poco o nada de lógica. Como una ola de calor, como una impetuosa tormenta en abril, como un arco iris en agosto, como una nevada en septiembre, en definitiva, como algo inesperado, una bocanada de aire helado ha entrado por mi ventana, esa que tanto tiempo llevaba dudando entre si cerrarse definitivamente o quedarse un pelín entreabierta "por si las moscas". Ya no hay vuelta atrás. Los que me rodean dicen que no me doy cuenta. Quizás me haga el tonto y no quiera asumirlo. Pero vuelvo a recorrer un camino que, con sus severas y necesarias diferencias, me recuerda a grandes momentos de felicidad. Atrás han quedado caminatas sólo y sin rumbo en el desierto (de Tabernas); miradas perdidas al horizonte sin saber hacia que dirección dirigirlas. Comienza ahora un extraño e inesperado tiempo de descuento que pienso degustar tranquila y sosegadamente. Espero, que no como sucede en el fútbol, ese espacio temporal esté prefijado. Atisbo a adivinar que tiene licencia para prorrogarse hasta donde el horizonte se vislumbra de manera borrosa.

Image Hosted by ImageShack.us

Hacía tiempo que yacían hacinados en una esquina de la terraza. Amontonaban polvo y contrariedades de tiempos pasados. Ayer, la mesa y dos sillas de verano, sirvieron de plataforma para disfrutar de la primera cena al aire libre en mi piso. Ha merecido la pena. Aires renovados que incluso me han permitido olvidar fechas señaladas en el calendario que meses antes eran de vital importancia. Tremendou, la cena digo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario