martes, 19 de agosto de 2008

De cine


Es curioso. Me puedo tirar meses y meses sin percibir el olor a palomitas y la dureza de las butacas de un cine y luego, a bote pronto, zamparme 4 ó 5 películas en dos semanas como ha sido el caso. Ha habido espacio para todo pero me quedo, sin duda, con dos que han conseguido transmitirme la magia que sólo el cine puede emanar. Una es de murciélagos, bueno en singular, y otra de un robot un tanto cabezota y enamoradizo. Las razones son simples. Una por hacerme ver que la vida es tan impredecible que no se puede encasillar y la otra por hacerme sentir cosas sólo con gestos y miradas en lenguajes mudos. Unicamente por eso vale la pena pagar esos 6 euros más el plus de las palomitas y ese tanque de coca-cola. Porque hay cosas que sólo y exclusivamente se pueden vivir en una sala de cine (y esto no es una alegoría en la defensa del séptimo arte frente a la piratería). Por eso, sigamos con la racha. ¿Este miércoles que tocará?

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