martes, 5 de agosto de 2008

Rompiendo la monotonía

Ya me lo dicen mis amigos muy a menudo: "lo que no te pase a ti no le pasa a nadie". Y que razón tienen, más que un santo. Ando un tanto atolondrado aún tras volver de las vacaciones y para un día que salgo temprano del trabajo (dígase las 8 de la tarde, otros pensarán que qué tarde) no se me ocurre otra cosa mejor que hacer tras llegar a mi casa que encerrarme en la terraza y esperar más de una hora de reloj para que me rescaten. Obviaré los detalles de tan altruista "secuestro" porque no es caso de que el personal cuando lea estas líneas se parta el coxis al precipitar sus posaderas contra el suelo ante un ataque de risa, pero si comentaré que en tan preciado tiempo me dio tiempo a darme cuenta del vacío y la opresión que pude llegar a sentir al verme privado de mi libertad. Puede parecer una tonteria pero la imposibilidad de hacer nada en nueve metros cuadrados de terraza se convierten en toda una pesadilla. Mal sueño, que por otro lado, me ha dejado con secuelas. Y es que ahora miro con recelo el ventanal y las veces que he salido hasta ahora para contemplar el gran paisaje que tengo como vecino lo he hecho tomando medidas de seguridad importantes (vamos, una silla empotronada para evitar el cierre de las puertas correderas). El caso es que ahora sonrío al pensar la situación vivida y percibo que, por momentos, rompí con una monotonía (la de trabajar, dormir, comer, trabajar y así en un ciclo infinito) que comenzaba a ser un hastío absoluto. Eso sí, no lo recomiendo, no seamos malpensados...

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