jueves, 24 de julio de 2008

Palomitas y mascotas


El menda con Maluma, Paula y María tras Kung Fu Panda

Hacía tiempo que no lloraba. Esto va por rachas. Me puedo tirar meses sin soltar una lágrima aunque se ciernan sobre mi 20.000 desgracias y luego, en el momento menos esperado, ponerme como una magdalena. No oculto que soy un tipo sensible porque hacerlo sería engañarme a mi mismo y romper mi imagen de persona transparente, directa y sencilla. El caso es que ayer fue un día un tanto agridulce. Tuve la oportunidad de ver Kung Fu Panda (la recomiendo encarecidamente como terapia para reirse sin parar) con mis cuatro niñas, es decir, Conchi, Maluma (mi niña del desierto) y Paula y María (futuribles sobrinas). Tenía miedo por como iba a reaccionar Maluma con niñas de su edad y si, como suele hacer muy a menudo, se aislaría y pasaría de todo. Reacción diametralmente opuesta. Risas, miradas, conversaciones, éxito total, vamos. Esa es la parte dulce. La salada, además de las palomitas (que vicio), vino por la noche. Tocó sacrificar a Leal, una viejo perro con casi 17 años de edad que de manera renqueante se negaba a despedirse de la vida si no lo hacía de pie y eso que sus maltrechas patas ya no soportaban su escuálido cuerpo de poco menos de 5 kilos. Y fíjate por donde, cuando menos lo esperaba, mis ojos comenzaros a empaparse. La mascota no era mía, pero como si lo hubiera sido. Recordé a Mickey, mi perro pequinés de la infancia que se suicidó en un cuba de agua (eso cuenta mi padre) tras quedarse tuerto por el mordisco de Nelson, un perro de caza con el tamaño de un doberman (y el mal genio). Sentí por un momento el dolor que me embargó a mi antaño la pérdida de mi perro y el cariño que se le puede tener y cómo desprenderse de él supone un trago no deseable ni al peor de tus enemigos. Sólo puede decir que ha pasado a mejor vida. Al menos me quedo con la ilusión de que corretean juntos en algún lugar. ¡Ánimo! ;-)

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