domingo, 23 de marzo de 2008

Devociones y realidades

Llega el Domingo Santo y las últimas procesiones se lanzan a las calles con el ánimo y el fervor a flor de piel. El cansancio de una semana de penitencia se deja ya notar y cada vez son menos los que aguantan el alto ritmo marcado durante tantos y tantos días. El hastío es la sensación que imprime mi cuerpo en este día tan cargado de simbolismo. Por diferentes motivos, yo también termino abrumado y con la lengua fuera tras esta larga y ardua semana. Confieso que no he procesionado. Tampoco me ha hecho falta ya que la mía ha ido por dentro. Ahora resoplo tranquilo. Se acabaron las devociones hipócritas. Mañana la normalidad vuelve a la ciudad que me amamanta y el trasiego de cornetas, tambores y penitentes da paso al bullicio de los miles de conductores que se empecinan, como cada día, en aparcar en el mismo centro neurálgico de la capital almeriense. Al menos, me congratulo, las falsedades dan paso a la cruda, pero a la vez reminiscente y anhelada, realidad. Mañana se acabaron las lagrimas desangeladas (y de cocodrilo). Mañana los mortales bajan del cielo y las hipotecas y el no llegar a final de mes vuelven a ocupar la cabeza de los sufridos "penitentes". Yo, como siempre, a contracorriente. Desconectando y meditando. Esos son los verbos que voy a conjugar hasta la saciedad esta próxima semana y el Capitán Alatriste volverá a ser mi fiel compañero. ¡Arriba las espadas!

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(Mientras el fervor popular se entremezcla entre la potente y desgarrada voz de los saeteros en el Sábado Santo, yo a mi rollo: con mi Heineken y mi gente. Esta es mi vida)

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