martes, 18 de marzo de 2008

Repaso efímero

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Ella llevaba esperándome 27 años y 3 meses. La obra arquitectónica mejor engrasada del mundo a la hora de hacer dinero (subir hasta la cúspide supera los 11 euros y allí había más guiris por metro cuadrado que granos de arroz en una paella valenciana) aguardaba impaciente mi visita. Fue un momento extraño. La había visto en tantas fotos y desde tantas perspectivas que, cuando la tuve justamente en frente, a una altura considerable para mirarla de tú a tú, sentí que nada ni nadie enturbiaba ese momento y que sólo yo estaba allí. Y es que, si de algo puede vanagloriarse París es, además de por tener el café más caro del mundo (¡cuatro euros una insignificante taza!), porque vayas por donde vayas encontrarás arte, aires bohemios y grandeza. Todo en la denominada ciudad del amor está hecho a lo grande, lo que por otro lado, te hace a tí sentirte más pequeño e insignificante. Un claro ejemplo es la Torre Eiffel, pero a éste le pueden acompañar la Catedral de Notre-Dame, el Arco del Triunfo o los inmensos e interminables Campos Elíseos. Ahora, tras más de 24 horas desde la finalización de este extraordinario y gratificante viaje, hago un repaso efímero por mi mente y me doy cuenta de que ha calado hondamente en mi ser (mucho más de lo que yo siquiera imaginaba). Compartir 8 días de ilusión, alegrías, estrés, incomprensión (el francés no es lo mío) y añoranza son demasiados aderezos como para dejar a alguien indiferente. Y así ha sido. Vuelvo con muy un buen sabor de boca. Un pulular que me ha permitido estrechar lazos más fuertes si cabe con mi familia a la par que discernir con mayor claridad sentimientos e ilusiones otrora enterradas y ahora cada vez más cercanas a la superficie. Una breve revisión de lo vivido en tierras galas que, por otro lado nunca viene mal, y que consigue arrancarme, como ya viene siendo una constante, una gran sonrisa. Me quedo con muchas imágenes guardadas ya en mi retina para siempre. La que nunca olvidaré, sin duda, la cara de emoción de mi madre el día de su santo ante ese gran amasijo de hierro de más de 300 metros de altura. Una ilusión cumplida para ella desde hace muchísimos años, y una gran satisfacción para mi al poder haberlo vivido y compartido a su lado. Y luego me quejo...

1 comentario:

  1. ya sabes k nhdnl pero es sólo un apunte: no es k haya visto muxo mundo pero en mi estancia (para tí pulular, periplo, etc) en italia comprobé k un café puede ser más caro d lo k dices (hasta el doble en piazza san marco, venezia) y subir a la torre inclinada d pisa cuesta 15 euros, más k la oxidada d parís, k a mí me costó gratis cuando fui, como la xbox, ya sabes!

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