martes, 7 de agosto de 2007

De perros-flauta y desayunos de válvula

Han pasado ya poco más de 24 horas desde que volví de mi última aventura con el trío de mosqueteros, la esencia en definitiva de lo que se conoce como Alto-Cojma. Creo que es tiempo suficiente para empezar a valorar lo que ha dado de sí un fin de semana en el que el alcohol y las mujeres perros-flauta se han convertido en las verdaderas protagonistas. El destino, de primeras, era exótico: la cala de San Pedro. Horas más tarde descubriría que no me equivocaba en mis iniciales conjeturas.
Recapitulando, todo comenzó el pasado viernes. Una llamada a una mujer de confianza nos permitió disfrutar de la magia de la noche de Roquetas de Mar, aderezado más tarde con algunas copas de mas y un bañito a las seis de la madrugada en el jacuzzi de mi casa (como diría Monty: fenómeno!!). Desde allí, desde ya mi residencia oficial -dígase La Envía Golf. calle de las Encinas y todo eso- partiríamos tras un receso en el camino en las cercanías del Gonzalos hasta Las Negras. Allí comenzaría, sin hacernos aún a la idea, nuestro pequeño y odisiaco camino de Santiago. Más de una hora de camino, cargados hasta los dientes y sudorosos a más no poder. Así se definiría el tortuoso viaje hasta el paraíso. Y allí llegamos. La famosa y siempre nombrada Cala de San Pedro se abría ante nuestros ojos. Cristalina, radiante, salvaje... pero llena de perros-flauta (en el argot más coloquial hippies pulgosos con perros aún más pulgosos). Y allí, tras una intensa noche de alcohol clavante (que se lo digan a Victor), Mahou clásicas, hormigas asesinas, mucha arena y un desayuno de válvuna también financiado por OBC Víctor (ya es costumbre en él) culminó una bonita experiencia. Esa que llaman libertad. Así me sentí. Y aunque no quiera hablar de mí más de lo necesario en este post, he de decir que experiencias como esta te permiten valorar aún más lo que es la vida y la gente que la quema a tu lado. No es por ser melancólico, ni negativo, ni siquiera pesimista, pero echar a un vistazo a cada una de las 100 fotos que reflejan lo acontecido durante este fin de semana me ha hecho recordar muchos momentos anteriores de mi vida. De esos en los que también fui feliz, inmensamente. No todo el pasado es para olvidar. Hay también momentos para recordar. Y estoy seguro de que este, el de los perros-flauta, no se irá nunca de mi retina (aunque algunos me tilden de topo...).
La vivencia de este fin de semana, resumido en estas escuetas líneas, podría ser más densa y explicativa. Creo que no olvido nada y lo que dejo en el tintero es mejor que se quede allí (momento messenger, por ejemplo), exceptuando el reencuentro con mi gran amiga María Herce, la sevilla más cariñosa y salá que ha parido madre. Tras más de tres años sin verla, volvió a Almería, seducida por sus playas y allí me encontró. Esto es como el anuncio de Martini. Un momento único y en el que tocarse los labios con tus gafas de sol pertrechadas denotan la satisfacción de muchas horas de experiencias únicas, diferentes y cargadas de emotividad. Repetiremos, seguro.

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Foto hecha con Casio EX-Z70 el 04-07-07

Vista de la cala de San Pedro desde un desfiladero. Los tres perros-flauta llegarían media hora más tarde al lugar. Nuestras sonrisas se tornaron en carcajadas cuando disfrutamos de una Mahou fresquita (para eso iba la nevera) en sus cristalinas y frías aguas.

3 comentarios:

  1. pon una perroflauta en tu vida (los pezones parriba y nos vemos en la cala!)

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  2. No sólo desayunos de válvula, sino que copas, aquataxi, Paella, café y demás.

    Putos perros flautas...

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  3. Faltas a la verdad Victor. Yo si que pagué el aquataxi, me quedé sin café y luego nos resarcimos el lunes invitandote a copazos y cenita en el kiosko de cuyo nombre no me acuerdo... De todas formas, viva los desayunos de válvula! jeje

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