lunes, 30 de julio de 2007

Faro vigía

Ponerse delante de un espejo puede llegar a ser traumático. Si estás gordo porque cuando te ves te dan ganas de pasarte una cortadora de cesped por encima tuya y quitarte de encima esos 20 kilos de más que te sobran. Cuando eres feo porque verte frente a frente se convierte en un reto para discernir porqué la naturaleza te dio esa cara de troll de las cavernas. En cualquier caso, mirarse externamente siempre es un acto cargado de intrínsecas dificultades. Yo lo hago muy a menudo. Me gusta ponerme de perfil y descubrir que mi barriga ocupa dos terceras partes del escueto espejo. De paso me veo y me gusto con mi cara cada vez más afilada y marcada de cicatrices de todo tipo. El problema está en que no hay espejo para reflejar el interior. Por más que me miro sólo veo mi camisa de Cortefiel y los pantalones más o menos de vestir de Zara (no soy pijo, que le vamos a hacer). Me gustaría ver cómo es mi golpeado corazón o mis hastiados pulmones. Deben de ser duros porque aguantan golpes duros y certeros casi todos los días. Y en esa ardua tarea me encuentro. Quiero descubrir mi interior, ver que refleja hacia el exterior. Una labor que ha consumido ya más de la mitad de mis escuetas vacaciones. Un "desembolso" que espero que merezca la pena. Me siento como una malagueña de la que guardo un grato recuerdo: perdido, hastiado, indeciso y sin rumbo. Sigo buscando el faro vigía que me vislumbre el camino para salir de la oscuridad interna. Mientras tanto, sigo caminando sin mirar atrás -los recuerdos, muchas veces, duelen mucho-, con paso firme. Es el único camino, eso creo.

1 comentario:

  1. con paso firme? derecho al pozo d la miseria, sí! se t aprecia pero a veces dan ganas d ahogarte...
    nhdnl

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